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viernes, 14 de octubre de 2011

Contigo era diferente. Te quería, me querías. Nos reíamos por chorradas que nadie entendía. Hubo un tiempo en el que eras la única que me tenía en cuenta, no me juzgabas, me escuchabas y luego, opinabas. Eras dueña de todos mis secretos y yo tu defensora de todos aquellos que te juzgaban y te hacían sentir mal. Porque creía que ese error no lo volverías a cometer, que no caerías por segunda vez en la misma piedra, creía en ti. Me arriesgué y defendí lo indefendible, supe a lo que me enfrentaba, pero me daba igual porque sabía que por muy mal que estuvieran las cosas, tu seguirías ahí con tu intachable sonrisa de oreja a oreja preparada para darme el abrazo de amiga que necesitaría después. Y eso me bastaba, no me tenías que demostrar nada, solo tenías que ser mi amiga, solo eso, sin ataduras ni falsedades, simplemente mi amiga. Pero me fallaste, hiciste justo eso que juraste no volver a hacer, justo eso de lo que te defendía, justo eso de lo que estabas tan arrepentida. Realmente, nunca estuve enfadada contigo, nunca quise que algo te saliera mal ni que dejaras de enseñar esa sonrisa que te caracteriza. Pero volviste a cometer el mismo error y eso, está ahí. Quiero borrarlo pero por más que lo intento, no puedo. Recuerdo a esa chica que me decía que siempre estaría ahí y que me quería con locura, y sé que no ha muerto, que en algún lado de esa alocada personalidad sigue intentando salir de todo aquello que se le ha venido encima, sé que está luchando día tras día contra ese humo negro que ni siquiera le permite saber quién es con seguridad. Por eso, estaré aquí esperando a que pueda salir, y si tu me lo pides, estaré ayudándola a poder salir de esa niebla que confunde a la que, en su día, me dejó entrar en su vida y enamorarme de su sonrisa, porque por muchos fallos que haya cometido, yo sé que está ahí y que siempre seguirá siendo la misma.

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